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Marilyn tus huellas siguen aquí

  • Alexandra Paulós
  • 27 ene 2016
  • 3 Min. de lectura

Marilyn, la realidad tras del mito, fue presa de todas las violencias posibles, luchò y fuè cuestionada... A 54 años de su muerte Su historia es lamentablemente vigente!

Norma Jean Baker, nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles. Hija de Gladys Baker, quien nunca le comunicó la identidad de su padre, su primera infancia fue muy dura. Su madre la dejó en manos de un matrimonio amigo hasta que cumplió siete años; entonces se la llevó a vivir consigo. Pero un año más tarde Gladys fue internada en un sanatorio psiquiátrico en el que se le diagnosticó una esquizofrenia paranoide, enfermedad que luego Marilyn creería haber heredado, especialmente cuando era internada por sus frecuentes depresiones. Su infancia y adolescencia transcurrieron entre un orfanato (en el que ingresó a la edad de nueve años y trabajó como ayudante de cocina), la casa de sus abuelos y las de varias familias que la adoptaron. En una de estas casas de acogida sufrió al parecer abusos sexuales por parte del cabeza de familia cuando contaba ocho años.

Marcada por la inestabilidad emocional y la pobreza, a los dieciséis años, tras abandonar sus estudios, se empleó en una planta de construcción de aviones. En la misma fábrica conoció a un mecánico de 21 años, James Dougherty, con quien contrajo matrimonio y de quien se divorciaría cuatro años después. Ese mismo año de 1946 un fotógrafo de modas la convenció de que se hiciera modelo. Realizó un sinfín de campañas publicitarias, siendo muy recordadas las que hizo para anunciar trajes de baño. Paralelamente, su carácter inquieto y deseoso siempre de adquirir nuevos conocimientos la llevó a tomar clases de arte dramático y a asistir a cursos de literatura en la Universidad de Los Ángeles (UCLA).

Pese a los éxitos profesionales obtenidos, su vida personal no era nada satisfactoria. Cuanto más se convertía en una sex-symbol, más intentaba no sucumbir a la conformista imagen que proyectaba. Si en sus filmes ella atraía al hombre con su cuerpo, en la vida se jactaba de no haber aceptado nunca acostarse con los productores y jefes de los estudios, algo que seguro le habría conseguido mejores papeles, sobre todo en los inicios. En 1955 estudió el psicoanálisis con la finalidad de conocerse más a sí misma y hacer aflorar su potencial interpretativo, esto fue objeto de burlas por parte de ciertos ambientes de Hollywood que se obstinaban en verla como una actriz cuyo único atributo valioso era el de despertar la atracción en los hombres. Siendo el objeto preferido de la prensa; aceptaba conceder una entrevista a la espera de que algún periodista se interesara por sus inquietudes intelectuales, por lo que leía o por el tipo de películas que le gustaría interpretar, pero lo único que encontraba sistemáticamente eran burdas cuestiones de tocador. Algunas de sus respuestas se convirtieron en célebres, como cuando aseguró que no usaba ropa interior o que para dormir sólo se ponía Chanel n. 5.

Tres divorcios, estudios cada vez más refractarios a contratarla, por extraño que esto pudiera parecer dada su inmensa popularidad, el fracaso de su propio estudio; nuevas depresiones; nuevas estancias en sanatorios o clínicas de descanso, y el consumo de alcohol y de píldoras, en especial barbitúricos, marcaban sus últimos años.

Los últimos meses de la vida de Marilyn presentan una serie de zonas oscuras que probablemente nunca lleguen a esclarecerse, como su relación con el entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, que parece probado que fue de naturaleza íntima, o más tarde con el hermano de éste, el senador Robert Kennedy, en la que algunos indicios pueden hacer pensar que fue tan sólo de amistad. De cualquier modo, los nombres de ambos aparecieron entonces y siguen apareciendo hoy en el asunto de la muerte por suicidio de la actriz, que falleció el 5 de agosto de 1962 a causa de una sobredosis de barbitúricos en su casa de Brentwood, California. A las 3 de la madrugada, la señora Murray, su ama de llaves, la encontró en la cama en una postura extraña, con el teléfono fuertemente aferrado en una de sus manos y las luces encendidas. Un frasco vacío de Nembutal encima de la mesilla atestiguaba la ingestión masiva de pastillas por parte de la estrella. La policía, extrañamente, no reveló el nombre de la sustancia que había tomado Marilyn, e incautó y rehusó hacer públicas las cintas magnetofónicas de la compañía de teléfonos en que estaban grabadas las llamadas que efectuó la noche de su muerte.

Pese a la infinidad de biografías y libros que sobre ella se han escrito (incluyendo su autobiografía), en los que se ha podido percibir esa otra Marilyn que no se ajusta al tópico, aún hoy sigue apareciendo en primer lugar, o en un lugar muy destacado, en toda clase de rankings más o menos frívolos.

 
 
 

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